Un piano es un instrumento que puede tocarse solo o con otros, lo que se dice “a cuatro manos”. Un piano es un instrumento, digamos, complejo. Si se lo aprende a tocar, puede uno con una mano hacer la base, el acompañamiento, de un tema y con la otra melodías, solos, improvisaciones. Un piano es un instrumento que prácticamente puede cumplir el rol de toda una banda, una orquesta. Pero no es eso propiedad del instrumento, sino de quien lo ejecuta.
Y todo eso ocurre cuando quien se sienta y coloca sus manos sobre las teclas es un ser humano. Sobre todo eso, humano. Pero de esos humanos que conserva valores que en estos tiempos de neoliberalismo feroz, pandemias como armas de exterminio y puro bla-bla sobre-informativo parecen casi imposibles.
Por eso la obra de Remo Pignoni es también el retrato de un tiempo otro. Donde el país y la ciudad de Rafaela, en la Provincia de Santa Fe, tenían un ritmo diferente. También un latir y un sentir más cercano a la tierra y sus sonoridades.
De todo este devenir brota “El Habitante del Silencio”, documental dirigido por los rafaelinos Ignacio Esborraz y Paula Kuschnir sobre el pianista y compositor Remo Pignoni, producido en 2018 con el aporte del programa provincial Espacio Santafesino + Industrias Creativas. Producción que contó, además, con la colaboración de Next TV, Asociación Cultural Otras Voces, Municipalidad de Rafaela, Comisión Municipal para la Promoción de la Cultura.
Este documental, pinta en 40 minutos a Pignoni y los brotes que dió de su obra. Lo hace en el testimonio de su compañera de vida Dorita Betolotti. También en los dichos de pianistas que supieron sumergirse en las composiciones de Remo y las abrazaron como propias: Carlos Aguirre, Leo Genovese y José Ignacio Perren quien, de alguna manera, es el encargado de ir hilvanando las charlas.
Uno podría caracterizar la figura de Pignoni con cuatro palabras, una por cada punto cardinal. Porque desde la piamontesa Rafaela supo interpretar las sonoridades del folklore profundo de todo nuestro país.
Cuatro palabras podrían pintarlo a Remo, si: amor, paciencia, silencio y espera. Porque el torrente compositivo de Pignoni explotó, digamos, tarde. Y colmó su cuenco en sólo cinco años. Nada nuevo después de eso. ¿Hacía falta algo más? Quizá no.
Te lo compartimos para que puedas vos sacar tus conclusiones.