¿Cómo será la salida al covid? Fin del capitalismo o recrudecimiento
¿Cuál es el enemigo que debemos combatir? A diario, los medios de comunicación hablan de la lucha contra el Covid. ¿Hay un combate verdaderamente? Sin desconocer que el virus existe y mata. ¿O es la pandemia el argumento para que los estados y sus fuerzas de seguridad justifiquen el aumento del ciber-control? ¿Muerte del capitalismo o su recrudecimiento?
Las medidas de aislamiento comienzan a “flexibilizarse” al tiempo que la información que proviene de los estados señala que el virus está siendo controlado. Se avizora una vuelta a la normalidad o es que lo que era normal hasta antes de la llegada de la pandemia sólo es una pieza de museo para el recuerdo. ¿Cómo será la salida a este virus mundial? La vida ya no será la misma, eso démoslo por seguro. Lo que no sabemos es si debemos ponernos felices o aterrorizarnos.
Al menos dos bandos se identifican entre quienes elaboran posibles hipótesis post coronavirus.
- aquellos que afirman que el virus vino para recrudecer los mecanismos de control estatal sobre la ciudadanía y
- los que señalan que estamos ante la implosión del capitalismo, gracias a las redes de solidaridad que emergieron con la pandemia.
Dos posibles opciones, dos mundos que se contraponen que se explican increíblemente y al detalle en este video de Cuellilargo publicado hace unos días: “Covid-1984, Black Mirror y El cuento de la criada. ¿Cómo será el mundo después de esto?”
Están quienes se manifiestan bajo la idea de “Covid-19…84” jugando con el título del clásico libro de George Orwell, advirtiendo de la llegada de una sociedad cada vez más autoritaria y en la que estaremos hiper-vigilados.
También aquellos para quienes el virus será como una especie de “técnica del corazón explosivo de 5 puntos y palma” de Kill Bill que hará que este sistema capitalista explote desde adentro y muera.
Dos mundos posibles “Covid-1984” y “Kill Bill Capitalism” ¿Qué ocurrirá?
El primer foco de la pandemia, en China, nos muestra un “Covid-19…84” en toda regla, recrudeciendo las medidas de control social que ya eran asfixiantes previamente.
Existe en China un sistema de clasificación social que ordena a las personas según su “fiabilidad”, en este sistema de clasificación nuestro teléfono móvil cumple un rol fundamental. Esto es lo que cuenta al respecto Byung-Chul Han, de acuerdo a la cita que podemos ver en el video:
Los proveedores chinos de telefonía móvil y de internet comparten los datos sensibles de sus clientes con los servicios de seguridad y con los ministerios de salud. El Estado sabe por tanto dónde estoy, con quién me encuentro, que hago, qué busco, en qué pienso, qué como, qué compro y adonde me dirijo.
Y estos sistemas de control fueron extendiéndose hacia otros países, a medida que fue llegando el virus. Perros robots en Boston patrullando las ciudades y alertando sobre las personas que no cumplían el confinamiento. Drones policiales en España para vigilar a la población y una aplicación diseñada por el gobierno para rastrear y geolocalizar a 40 millones de teléfonos móviles.
Sumado a los mecanismos de control social tradicionales: represiones y detenciones en la vía pública.
En Colombia la policía utiliza herramientas de reconocimiento facial para identificar a quienes no respetan el aislamiento. En Filipinas, el presidente dotó a su policía de la facultad de disparar a matar, lo mismo que hizo su par de Hungría. En Bolivia y Chile se multiplicaron las cantidades de policías y militares en las calles, de paso el coronavirus sirve de excusa esconder las protestas sociales.
En Israel el gobierno también rastrea teléfonos móviles, en Corea del Sur se utilizan las cámaras de vigilancia, datos de ubicación de los celulares y registros de compra para seguir los movimientos de las personas. En Italia analizan los datos móviles de los celulares para conocer las distancias que recorren los ciudadanos y la cantidad de personas que acatan el aislamiento. Lo mismo ocurre en el resto de los países de la unión europea.
El detalle exhaustivo que nos deja el video parece de película de ciencia ficción, pero es nuestra realidad actual. La que, por otra parte, los medios colaboran en instaurar. Desde las pantallas de los noticieros, el ciber-control se viste de estado presente y protector y no se deja lugar al mínimo cuestionamiento. Menos aún se busca fomentar una mirada crítica del espionaje cibernético que los gobiernos ejercen a viva voz, coloreados con el rosa del cuidado de la salud.
¿Es legítimo entregar nuestra privacidad a cambio de un supuesto cuidado de nuestra salud? Los medios de comunicación ¿no deberían abandonar el rol de correa de transmisión del capitalismo y sus intereses multinacionales y locales?
Hoy, tenemos estados policiales hiper-vigilados por todo el mundo. Dice la feminista boliviana María Galindo al respecto:
El coronavirus más que una enfermedad parece ser una forma de dictadura mundial, multigubernamental, policíaca y militar.
Galindo, agrega el dato sin el cual no sería posible la aceptación de todo este control planetario, el miedo.
El coronavirus es la eliminación del espacio social más vital, más democrático y más importante de nuestras vidas como es la calle […] Es la militarización de la vida social. Es lo más parecido a una dictadura donde no hay información, sino en las porciones calculadas para producir miedo.
En situaciones de conmoción y pánico colectivo, los recortes de derechos, libertades y medidas de control autoritarias, se aceptan sin problemas señaló en su teoría de la “doctrina del shock” Noami Klein hace varios años.
Y acá nuevamente los medios masivos de comunicación ejerciendo su rol estrella. El de moldear nuestras ideas y colaborar en que aceptemos sin criticas algunas el accionar coercitivo de los estados.
Hagamos un parate para aclarar nuevamente. Con todo esto no estamos diciendo que el coronavirus no existe y con ello generar un comportamiento casi suicida. El virus existe y es letal como venimos viendo. ¿Pero qué de su aparición es fortuíto? El virus ¿apareció así como si nada o puede que a algunos les haya resultado conveniente que aparezca?
El filósofo Paul B. Preciado dice:
Por su llamamiento al estado de excepción y la imposición de medidas extremas, las epidemias son grandes laboratorios de innovación social, la ocasión de una reconfiguración a gran escala de las técnicas de control del cuerpo y las tecnologías del poder.
A la tarea casi artesanal de construcción a diario de nuestra aceptación, le sumamos la herramienta de control autoimpuesta hace tiempo, bajo la excusa de una falsa necesidad de estar siempre comunicados y comunicando todo lo que pensamos, sentimos y hacemos: nuestro teléfono móvil. Dice Preciado sobre ello:
No necesitamos brazaletes biométricos: el móvil se ha convertido en el mejor brazalete, nadie se se separa de él ni para dormir […] La temperatura y el movimiento de un cuerpo son monitorizados a través de las tecnologías móviles y observados en tiempo real por el ojo digital de un estado ciberautoritario.
¿Qué oímos en los medios de comunicación al respecto? Nada. O mejor dicho, sólo lo positivo de las aplicaciones diseñadas por los gobiernos para asegurar que se respete el confinamiento, se emitan los permisos necesarios para la circulación y se eviten mayores contagios. ¿Qué ocurre con lo no dicho por los medios? ¿Quién se encarga de hacer públicas esas palabras?
Si la ocupación de las calles hoy no puede utilizarse como mecanismo histórico diseñado por los pueblos para controlar el accionar del Estado y reclamar el no cumplimiento de derechos, ya que debemos cuidarnos de un enemigo que no vemos pero debemos combatir, ¿desde dónde la ciudadanía hará valer su voz? ¿Cuál es el aliado que masificará el reclamo a la vez que brindarán información para sentar una postura de defensa de derechos frente al poder controlador de los estados y sus tecnologías de la represión?
También al capitalismo matará el covid…
La investigación que se nos ofrece mediante el video de Cuellilargo, propone también otro modo distinto de ver y analizar el actual orden mundial. La idea es tomada del filósofo Slavoj Zizek, quien habla de “Kill Bill Capitalism”, en alusión a la implosión del sistema capitalista que viene a generar el covid:
Tal amenaza global dará lugar a la solidaridad global, nuestras pequeñas diferencias se volverán insignificantes y todos trabajaremos juntos para encontrar una solución.
Y todo esto es observable en la inmediatez de nuestro entorno. Eso que no muestra a diario la televisión y su discurso del formateo de la conciencia.
Se ve en las redes de apoyo que se están articulando en los barrios entendiendo perfectamente que si los gobiernos no brindan soluciones, lo deberán hacer ellos mismos desde su lugar y con sus herramientas. Se ve en las madres confeccionando barbijos y batas para los centros de salud que carecen de recursos. En las vecinas sin ingresos que se organizan para hacer frente a los alquileres o en las redes de aprovisionamiento y reparto de alquileres.
Un virus ideológico, se propagará y con suerte nos infectará: el virus de pensar en una sociedad alternativa, en una sociedad más allá del Estado-Nación, una sociedad que se actualiza a si misma en las formas de solidaridad y cooperación global.
Una sociedad no tanto para pensarla como alternativa sino como necesidad frente al mundo que estamos habitando, el capitalismo como modelo económico y social imperante y el ciber-control estatal como como sinónimo de cuidado y protección.
Y es que en parte, también la aparición de coronavirus (en plural) como idea del descubrimiento de cíclicas y constantes apariciones de virus que nos vienen a “atacar”, va de suyo con la explotación a destajo que hacemos de nuestro planeta tierra. Innata en un sistema de producción capitalista, donde el mundo y las personas que en él habitamos somos nada más que recursos para ser explotados.
Es la forma de relacionarnos con nuestra tierra la que nos lleva a nuevas y desconocidas formas de enfermedades.
Sabíamos que la lógica de sacar provecho indiscriminadamente de lo que la naturaleza otorga llevaba a la destrucción de nuestra casa común, lo que viene a hacer el covid es a acelerar ese proceso innato en el capitalismo.
El capitalismo, tal y como lo conocíamos hasta ahora se hunde, según los partidarios de ver lo positivo de esta pandemia. Frente a ello debemos proponer algo que lo reemplace pero que no parta de más fragmentación sino de su opuesto. Paul B. Preciado dice:
Nuestra salud no vendrá de la imposición de fronteras o de la separación, sino de una nueva comprensión de la comunidad con todos los seres vivos, de un nuevo equilibrio con otros seres vivos del planeta.
O en un planteo más concreto, como señala el profesor marxista Franco Berardi:
Redistribución del ingreso, reducción del tiempo de trabajo. Igualdad, moderación del consumo, abandono del paradigma del crecimiento, inversión en investigación, en educación y en salud.
Pero también puede ocurrir lo contrario. Que la desaparición del capitalismo tal y como lo conocemos hoy en día lleve al nacimiento de un capitalismo reformulado, hipervigilante y con mayor individualismo. Con mayor polarización entre clase trabajadora explotada y clase privilegiada. La profesora estadounidense Judith Butler reflexiona:
Es probable que en el próximo año seamos testigos de un escenario doloroso en el que algunas criaturas humanas afirmarán su derecho a vivir a expensas de otros, volviendo a inscribir la distribución entre vidas dolorosas e ingratas, es decir aquellos quienes a toda costa serán protegidos de la muerte y esas vidas que se considera que no valen la pena que sean protegidas de la enfermedad y la muerte.
Más cercano a esta idea, Byung-Chul Han le responde al planteo optimista de Zizek diciendo:
Zizek afirma que el capitalismo ha asestado al capitalismo un golpe mortal, […] Cree incluso que que el virus podría hacer caer al régimen chino. Zizek se equivoca. Nada de eso sucederá.
Y argumenta:
China podrá vender ahora su estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza.
No estamos en condiciones de señalar que hipótesis será la acertada cuando el covid sea una enfermedad más de todas las que nos podemos contagiar. Simplemente compartir en más o menos, pasajes de estos análisis que por momentos pueden ser antagónicos como también dos caras de una misma moneda llamada capitalismo.
Si podemos seguir cuestionándonos sobre el consumo que hacemos de los medios masivos de comunicación. Hasta dónde aceptamos sus dichos a rajatabla y sin el beneficio de la duda. Hasta donde ponemos en tela de juicio el modo de ver y habitar el mundo que nos ofrecen.
Por más nuevas tecnologías que nos rodeen, por más que se nos diga que la población mundial casi en su totalidad posee un teléfono móvil y que esa es la mayor herramienta de control, la televisión sigue teniendo la supremacía. También la radio y los medios gráficos, no los libremos de responsabilidades tan fácilmente.
Y la principal herramienta de control sigue siendo el miedo…y su correa de transmisión desde los centros de poder hacia la población son los medios de comunicación masiva. Por eso vale preguntarse por su rol en situaciones como las que estamos atravesando, sobre capacidad de formar opinión y de aconsejar modos de proceder en cada ámbito de inserción. ¿Por qué los medios que consumimos habitualmente no controlan el rol del estado? O cuando lo hacen, es simplemente de modo panfletario, partidario y amarillista. Jamás como posibilitador de mayor conciencia solidaria entre las personas.
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